Una experiencia de acoplamiento personal con una planta. Aplicación de la Creáthica.
—Manuel, Gladys, por favor, vengan que esto es un acontecimiento para la ciencia.
Yo gritaba cada vez con más fuerza a medida que
sentía que mi entrada en Ciorán se hacía irreversible. Pero mis amigos estaban
muy entretenidos y pensaban que mis
llamados eran efecto de otro de nuestros viajes en la Creathica. Entre
tanto, las pequeñas ramas de Ciorán se iban extendiendo por mi rostro,
penetrando mis poros con cada una de sus hojas.
No sabía si continuar o parar, pues si de
este lado no quedaba nada que me atara a esta realidad, lo más probable era que
me perdiera entre la planta e incluso desapareciera en el intento. Ciorán
parecía succionarme y entré en pánico:
Pero Gladys y Manuel continuaban embelesados entre su conversación y sus caricias. Entonces decidí hacer el camino en solitario y para ello debía hacer las cosas también a mi manera y no permitir que Ciorán llevara toda la iniciativa:
—Ciorán es un roble –pensé— pero como también es un Bonsái, en sus ramas debe contener la fortaleza del gran árbol que debió haber sido; si no hago bien las cosas, me tritura. No soy una cosa aislada y menos un conjunto de partes —seguí reflexionando—; soy una relación de relaciones y aquí voy con todas a la vez. Pero además, debo asumir a la planta también como un campo relacional.
Y en una fracción de segundo pasaron por mi cerebro o mejor por todo mi cuerpo, a través de mi sistema inmunológico quizás, un sinnúmero de recuerdos.
Estaba metido en aquella aventura porque me
había empeñado en tomar conciencia de mi relación no
solo con las personas sino también con los otros seres vivos e incluso con las
cosas, y esta toma de conciencia no podía ser un simple ejercicio intelectual;
por eso últimamente lo experimentaba de múltiples maneras.
—El intercambio de dones, de energía, de emociones es la clave —pensé; con las personas es más fácil, pues la conversación, los gestos, el saludo, los olores y por supuesto el contacto físico son expresiones cotidianas de conexión y de intercambio ¿pero con las plantas, los animales y las cosas?
Sabía que intercambiaba mi dióxido de carbono por el oxigeno de las plantas e incluso había leído que mi orina devolvía a la naturaleza en forma de urea lo que aquella me había brindado como alimento. Cuando caminaba me preguntaba qué tipo de intercambio establecían mis pies con el pavimento…
Una leve sonrisa que sentí dibujarse en mi rostro aprisionado por Ciorán me hizo volver al apartamento de Manuel. Él y Gladys se habían acercado al sospechar que si me había callado, probablemente estaba comenzando a perderme.
Me encontraron completamente desnudo y con mi cabeza metida entre las ramas del
bonsái.
—Por favor, mantengamos la comunicación —les dije al percatarme de su presencia— Estoy entrando en Ciorán, o él está entrando en mí… Ciorán es un mundo demasiado extraño… no lo estoy viendo, lo estoy sintiendo.
y Gladys no entendían nada. Apenas escuchaban un murmullo y no sabían si salía de mí o del árbol. Tuvieron la intención de sacarme de aquel trance pero eran tantas las conversaciones y experiencias que habíamos compartido, en las que habíamos estado a punto de descubrir algún misterio, que no se atrevían a detenerme.
—Parece que estás hablando pero no te comprendemos; si nos escuchas haz algún movimiento —me dijo Manuel.
Haciendo un gran esfuerzo moví una mano.
— ¿Estás bien? ¿Deseas continuar? -Escucharon un murmullo y a la vez mi mano hizo un gesto positivo.
—No te preocupes, aquí estamos acompañándote, yo estoy escribiendo lo que ocurre, como lo hemos hecho en otros viajes —dijo Manuel .
Me tranquilicé con la presencia de mis dos amigos y reemprendí mi aventura. Sentí que Ciorán me estaba aprisionando y pensé que era un mecanismo de defensa de la planta. Había entrado de una manera un tanto abrupta en Ciorán y esto no era una buena señal. Por eso retrocedí un poco y sentí que una descarga de afecto salía de mí como una manera de expresar una solicitud de ingreso en ese mundo vegetal. Lo extraño y hermoso a la vez fue que sentí una suave reacción de la planta que aflojó las ramitas que ya habían comenzado a penetrar en mi rostro.
Ahora que Ciorán había aflojado la presión y que parecía detenerse, sentí el camino libre para adentrarme en ese mundo extraño. Ya no sentía mi piel ni mis órganos; era como si solo mi conciencia estuviera viajando en ese espacio de sensaciones; desaparecieron el tiempo y el espacio y con ellos Ciorán y yo mismo. Mi organismo se sintió arrebatado a otra dimensión inexplicable donde los dos éramos a la vez el Uno y el Universo.
Gladys y Manuel sentían que algo extraordinario estaba ocurriendo pero apenas alcanzaban a contemplar una sombra de sus efectos sobre esta realidad. Mi cuerpo se había puesto rígido, pero había adoptado una posición imposible de lograr para un ser humano. Formaba un ángulo de menos de 45 grados sobre el piso y mi cabeza parecía ser la estructura completa del árbol, con ramitas saliendo de ella por todos lados.
—Gladys, saquémoslo, lo vamos a perder.
—Calma Manuel, recuerda qué hemos pensado juntos qué hacer en un caso como este.
Y los dos amigos se tomaron de mis manos y
con sus manos cerraron un círculo que habíamos probado en anteriores ocasiones
como una fuente de sincronía y de poder.
Entonces volví a sentir que entraba en el
mundo de la materia y poco a poco recuperé mis impulsos vitales, pero en ese
viaje de regreso me dí cuenta de que tenía que hacer de nuevo un camino de
acoplamientos con cada uno de los conjuntos de relaciones que aparecían en este
lado de la realidad.
—Era como si tuviera que recrear el espacio y el tiempo y las paredes y el piso y cada pequeño detalle para restablecer mi vida —Le contaría luego a mis amigos.
Ciorán había quedado en desorden como agotado por el esfuerzo de nuestro encuentro y se derrumbó en su piso de tierra pero poco a poco recobró la calma. Gladys y Manuel se quedaron el resto de la noche reportando en su ordenador los sucesos de aquel día.
Pasaron semanas sin que ocurriera nada anormal en Ciorán; parecía recuperado. Pero al mes siguiente comenzó a decaer y esto coincidió con una fuerte gripa que me tuvo en cama varios días. A partir de allí siguieron toda clase de coincidencias y los tres amigos llegamos a la conclusión de que se había establecido una simbiosis entre Ciorán y yo.
Al cabo de dos años, cuando ya se habían olvidado los sucesos, un día Ciorán apareció marchito, desmadejado, muerto. Manuel me llamó y mi hermana le contó que yo había tenido un infarto y estaba en recuperación en la clínica. Cuando Manuel y Gladys fueron a visitarme quedaron sorprendidos al saber que en el momento de la cirugía, al contemplar la pantalla del monitor, las ramificaciones de mis arterias se habían transformado en Ciorán y éste se había desprendido del aparato para penetrar suavemente en mi cuerpo. El cirujano, los médicos y mis familiares, quedaron asombrados ante mi recuperación milagrosa, pues sabían que había estado prácticamente sin vida en el quirófano.
ANÁLISIS DE “ENTRANDO EN UNA PLANTA” DESDE
LAS HERRAMIENTAS DE LA PEDAGOGÍA DEL CAOS.
ACOPLAMIENTO: sin duda ésta es una experiencia de acoplamiento entre un ser humano y un ser vivo y aunque exige y presenta acciones insólitas, es una forma de mostrar de manera física y viva lo que ocurre a nivel más energético e informacional en la cotidianidad. Todo encuentro entre dos o más seres, sean estos inteligentes, vivos o no vivos, genera alguna forma de influencia, perturbación o compenetración en todos ellos.
DESORDENAMIENTO: el solo hecho de imaginar que era posible entrar en una planta era un acto de desordenamiento. Y más aún cuando es la planta la que toma la iniciativa y se expande sobre la piel. Aunque es un desordenamiento radical, ilustra la posibilidad que tenemos de un encuentro profundo con el otro y lo otro a través de una concepción fluida de lo que somos. Pues si nos consideramos materia aislada no tenemos la posibilidad de diluirnos para encontrarnos e incluso amalgamarnos con los demás.
INCERTIDUMBRE: la experiencia parte y se debate en una absoluta incertidumbre, y no sólo del humano sino de la planta misma y de los acompañantes. Pero se manifiesta la deriva en estado de alerta a medida que el humano reflexiona sobre su ingreso y las reacciones de la planta.
RESONANCIA: Ciorán era un roble que pertenecía a una
familia milenaria de árboles de la finca de Manuel. En esta experiencia se
conjugan entonces la memoria milenaria presente en la planta con la sabiduría
ancestral humana. Entran en acción y se compenetran dos campos de resonancia
que logran vibrar en una misma frecuencia. Por eso no es tan extraño que
nuevamente se encuentren en la sala de cirugía. Pues ocurre como en el
experimento de los electrones y su entrelazamiento. La que alguna vez estuvo en
contacto, por resonancia queda en contacto para siempre y si aplicamos esto a
la vida diaria entenderemos la relación estrecha que existe no sólo entre las
personas sino también con todos los seres vivos y no vivos, tangibles e
intangibles.
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