24 de mayo de 2017

La Teoría de la Relatividad, un resumen ameno de la teoría.

Se presenta la Teoría de la Relatividad de manera didáctica e ilustrada con una historia de dos jóvenes que tratan de poner en acción las ideas de Albert Einstein.

(Tomado de la Tesis doctoral: Pedagogía del Caos. Por: José Vicente Rubio)

Es ardua la tarea de sistematizar algunas de las ideas de la Teoría de la Relatividad, porque se considera que aparte de Einstein y un pequeño grupo de científicos y filósofos son pocas las personas que tienen un entendimiento profundo de esta teoría, y en la medida en que ella ha integrado el tiempo como una cuarta dimensión bien podría decirse que solo un ser que viva integralmente en esa dimensión podría entenderla y también vivirla.

El intento de esta sección dedicada a la teoría de la relatividad consiste en allanar el camino para que podamos hacernos sensibles a los efectos de esa realidad que ya existía pero que fue magistralmente descifrada por Einstein.

Quizá una de las mayores dificultades para comprender o dimensionar algunos conceptos de la teoría de la relatividad es que difícilmente hallamos aplicaciones o vivencias de ellos en la vida cotidiana. Pero esto no se debe a que esas leyes no se cumplan sobre la tierra sino que su efecto es poco perceptible. Para hacer el acceso más fácil a la teoría de la relatividad y mostrar que sus efectos están más cerca de nosotros de lo que pensamos, se ilustrará con situaciones y ejemplos más cotidianos y que parten de una serie de experimentos mentales que Einstein construyó y que nos permiten imaginarlos. Veamos uno de ellos:

Imaginemos a un grave hombre de ciencia que cree que el principio de inercia puede ser comprobado experimentalmente. Con tal objeto impulsa pequeñas esferas sobre un plano horizontal, tratando en lo posible de eliminar el roce y nota que el movimiento se hace más uniforme, a medida que la mesa y las esferas se hacen más pulidas. En el preciso momento en que está por proclamar el principio de inercia alguien resuelve jugarle una pesada broma (…) instala un mecanismo que puede hacer girar la sala de trabajo alrededor de un eje que pasa por su centro. Apenas comienza la rotación el físico adquiere nuevas e inesperadas experiencias. Las esferas que tenían un movimiento uniforme empiezan repentinamente a alejarse del centro de la sala. El mismo físico siente una fuerza extraña que lo empuja hacia la pared, (…) todos sus resultados anteriores quedan destrozados. (…)  El principio de inercia era su punto de partida; si éste no vale, tampoco valdrán todas las conclusiones posteriores. (…). Nosotros, en nuestra Tierra, estamos en cierto sentido en las mismas condiciones. (…) la Tierra gira sobre su eje en su movimiento alrededor del Sol. (…) Si nuestro observador en la sala giratoria, no pudo confirmar las leyes de la mecánica, debiera pasarnos lo mismo a nosotros, sobre la Tierra; pero la rotación de la Tierra es comparativamente lenta, por lo cual el efecto no es muy pronunciado. (Einstein, 1958 p. 136).

Siguiendo este hilo imaginativo de Einstein, para ilustrar estas ideas, imaginaremos las aventuras de Marxia y Camilo, dos estudiantes de física que se enfrentan a los grandes fenómenos de la relatividad.


Imaginemos que Camilo y Marxia tienen como tarea de física aplicada crear un videojuego donde se evidencien fenómenos de la relatividad. Por ahora lo único que tiene cada uno en su pantalla es un vehículo. ¿Cómo hacen para indicar que el vehículo se mueve? Tienen que agregar a la pantalla otros elementos, ¿verdad? Camilo ha puesto un tren y entonces debe ubicar a los lados de la carrilera postes, vallados o campos de cultivo; si pusiera un avión dibujaría nubes u otros aviones…

-O sea- escribe Camilo en su diario de campo- que el movimiento de un cuerpo en el espacio siempre tiene que estar referido a otros objetos, es decir, es “relativo” a ellos, no se puede definir por sí mismo.

Luego, Camilo crea su avatar dentro del tren y el avatar empieza a mirar lo que ocurre por fuera: ve pasar los postes, campos de cultivos y montañas, y cree que están fijos y que su vehículo es el que se mueve, pero el Camilo real que observa la pantalla sabe que son las otras cosas las que se están moviendo porque es él quien crea esa sensación de movimiento.

Marxia ubica en su pantalla naves espaciales y crea su avatar dentro de una de ellas. Ahora el avatar de Marxia no sabe si es su nave o son las otras las que se mueven. Marxia escribe entonces en su diario:

-El movimiento de una nave depende del movimiento de las otras, es decir, el movimiento es relativo.

Antes de Einstein, la física se había hecho muchas preguntas con respecto al movimiento y se había planteado incluso un principio de relatividad. Se sabía que el movimiento era relativo, pero se mantenían ciertos referentes inconmovibles. Lo que logra Einstein es convertir en relativos todos los movimientos. No existe nada quieto sobre lo cual podamos basar el movimiento de otros cuerpos. Todo, absolutamente todo está en movimiento. No hay ningún sistema privilegiado sobre el cual giren o del cual dependan todos los demás como bien lo expone Carl Sagan, astrofísico y divulgador científico, en su libro Cosmos:

Los europeos a principios de siglo solían creer en marcos de referencia privilegiados: que la cultura o la organización política alemana, o francesa o británica era mejor que la de otros países; que los europeos eran superiores a otros pueblos que habían tenido la fortuna de ser colonizados. El joven Einstein se rebeló contra el concepto de marcos de referencia privilegiados en física y lo propio hizo en política. En un universo lleno de estrellas que salían proyectadas en todas direcciones no había lugar alguno que estuviera en reposo, ninguna estructura desde la cual contemplar el universo que fuera superior a otra estructura cualquiera. Éste es el significado de la palabra relatividad. La idea es muy sencilla, a pesar de sus adornos mágicos: al observar el universo cualquier lugar es tan bueno como otro cualquiera. (Sagan, 1985 p. 186)

Nos hallamos pues en un estado de permanente movimiento donde no hay forma de saber si es el otro o nosotros o lo otro lo que se mueve. Así, todos los movimientos son relativos y si consideramos cada ser vivo, cada cosa o situación como un sistema de coordenadas, entonces los movimientos de unos dependen de los otros pero como bien dice Einstein, sin depender de alguno en especial.



Camilo logra con sus herramientas de programación que su tren simule una velocidad de 100 km/h y pone a caminar su avatar -dentro del tren y en la dirección que el tren lleva- a 3 km/h. El avatar de Camilo no mira hacia afuera y como no tiene ningún referente, no sabe que el tren se mueve y por tanto cree que su velocidad es solo 3 Km/h; pero Camilo desde afuera de la pantalla ve que su avatar se mueve a 103 Km/h porque suma la velocidad del tren a la de su avatar.

Marxia tiene en su pantalla una nave espacial que puede adquirir cualquier velocidad, pero cuando se acerca a 300.000 km/h, que es la velocidad de la luz, al hacer un acercamiento sobre el reloj que está en el interior de la nave, observa cómo éste se hace más y más lento al compararlo con el tiempo del reloj que ella tiene en su muñeca.

Einstein (1958, p 39) se encontró con la suma de velocidades de Camilo en el llamado principio de relatividad de Galileo. La relatividad de este principio se debe  a que todo lo que está dentro de un sistema de coordenadas -por ejemplo el tren de Camilo- conserva las mismas condiciones del sistema de coordenadas, así, en términos de movimiento, todo lo que vaya dentro del tren se mueve perfectamente de acuerdo con él; por eso para el avatar de Camilo o el pasajero de un avión que no tienen ningún punto de referencia externo, su sistema está tan ligado al vehículo que no pueden saber si su vehículo está quieto o en movimiento. Este nos ocurre también a nosotros, los seres que nos movemos sobre la tierra: no tenemos conciencia de que la tierra se mueve y consideramos que solo estamos en movimiento cuando nos desplazamos.

En los sistemas de coordenadas galileanos una persona que se mueva, por ejemplo dentro de un tren, agrega su movimiento al movimiento del tren. Es el caso del avatar de Camilo que termina desplazándose a 103 km/h.

Para desarrollar su teoría, Einstein partió de dos principios: la constancia de la velocidad de la luz -lo cual se había comprobado años atrás a través de una serie de experimentos[1]- y la velocidad de la luz como límite de todas las velocidades –de ello se hablará más adelante- y encontró que si sumaba esta velocidad a otra, por ejemplo a la de un vehículo, la velocidad total superaría la velocidad de la luz y esto no era posible.

Por otro lado, como la velocidad de la luz es constante en todos los sistemas de coordenadas, si detectamos algún sistema en el que la luz recorre distancias más largas en el mismo tiempo, eso no quiere decir que la luz se desplazó a mayor velocidad para cubrir esa mayor distancia en el mismo tiempo, sino que fue el tiempo el que se hizo más lento. Ampliemos la explicación con un ejemplo de un libro del divulgador de la ciencia, Luis González de Alba, que nos presenta la teoría de la relatividad de manera didáctica:

Viajamos en un avión a velocidad uniforme y sin aceleración, por lo cual ya no sentimos movimiento alguno. Nos disponemos a leer un libro de física y encendemos la luz. Para nosotros, el rayo de luz bajó en línea recta hasta el libro, pero un observador externo, que se encontraba disfrutando la plácida noche en su jardín, jura que trazó una diagonal, puesto que vio avanzar el avión. «Cuando la luz se encendió, el avión estaba sobre la torre de la iglesia —explica— y cuando iluminó las páginas de física ya estaba adelante.» Para él, la luz siguió un recorrido más largo: desde la torre de la iglesia hasta el atrio, en diagonal. (González de Alba, 2001 p.  60)

Aquí se ve cómo, desde el principio de relatividad de Galileo al sumar la velocidad de la luz a la del avión, la luz viajaría más rápido dentro del avión para cubrir esa distancia. Continúa González:

Si medimos tiempos, encontraremos que [la luz] tardó lo mismo en llegar del foco al libro, tanto si medimos dentro como si medimos desde fuera del avión. Sólo que en este caso no podemos decir que esa igualdad se deba a que la luz, si bien viajó una distancia mayor, lo hizo a velocidad también mayor. La velocidad de la luz es constante en todo marco de referencia, para el observador en tierra o para el viajero en el avión. Por tanto debemos concluir que sobre el avión, el tiempo se modificó. Transcurrió más lentamente, pues la luz sólo avanzó, desde el foco hasta la página, un metro. Un microsegundo del avión es distinto a un microsegundo en tierra.

Así pues, como la velocidad es el desplazamiento de un objeto por unidad de tiempo, la única manera de mantener allí constante la velocidad de la luz es dilatando el tiempo en el que el objeto se mueve; de hecho lo que Einstein dice y que ya se ha comprobado de muchas maneras es que a mayor velocidad, el tiempo se hace más lento.

Podemos concluir entonces, que aún a la escala de nuestro planeta, el tiempo es relativo a la velocidad, es decir, depende de la velocidad de un objeto en relación con la velocidad de la luz.


Marxia ha alimentado su computadora con los datos que proporciona la teoría de la relatividad y a medida que aumenta la velocidad de su nave, empieza a notar fenómenos cada vez más extraños: los tableros de control de su videojuego empiezan a registrar un aumento considerable de la masa de la nave; se va pronunciando un achatamiento en su parte delantera que disminuye su longitud y llega el momento en que la nave aparece detenida en el tiempo. Sin embargo Marxia consulta su avatar y para su sorpresa se da cuenta que para éste todo permanece normal.

Para explicar este tipo de fenómenos, Einstein utiliza el concepto de energía cinética que es básicamente la energía que un cuerpo posee debido a su movimiento y demuestra que a medida que el cuerpo aumenta su velocidad, esa energía cinética que aumenta se va transformando en masa, es decir, a medida que el cuerpo aumenta de velocidad su masa aumenta[2] y a medida que se acerca a la velocidad de la luz su masa se hace casi infinita y ya no puede alcanzar mayor velocidad. Así el concepto de masa se hace relativo a la velocidad.

Según Einstein (1958, p. 35) “Esto se expresa diciendo que la velocidad depende de la masa del cuerpo, y es menor cuanto mayor es la masa” y al agregar a la masa del cuerpo la energía del movimiento y al comprobar que esa energía que se agrega se convierte en masa, entonces descubre la equivalencia de la masa y la energía y es por ese camino que llega a su famosa fórmula E=MC2 que en palabras sencillas significa que la energía contenida en cualquier partícula de materia es igual a la masa de ese cuerpo multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz. De allí se desprende también la velocidad de la luz como límite de todas las velocidades, pues entre más energía tenga una partícula más masa tiene, por tanto se requiere de mayor energía para moverla y así se necesitaría una energía infinita para alcanzar la velocidad de la luz, lo cual no es posible.

Einstein (1958, p. 206) afirma: “La materia representa enormes depósitos de energía y la energía representa materia”. Podemos imaginar la dimensión de este descubrimiento si hacemos una simple operación: “Un Kg. de carbón (o sea la masa) multiplicado por 300.000 Km/h al cuadrado (o sea la velocidad de la luz al cuadrado) produciría 25 billones de Kilovatios de energía”; o aplicado a un experimento enunciado por el físico Richard Feynman, «La masa de los electrones en el sincrotrón es 2.000 veces mayor que su masa normal» y esto ocurre porque al acelerar los electrones, su energía cinética se transforma en Masa.

Pero esta equivalencia -a través de la cual Einstein relativiza o hace borrosos los conceptos de masa, energía y velocidad y nos proporciona otra concepción de la realidad- parece que aún no ha hecho curso en la mente de la mayoría de los seres humanos. Digámoslo abiertamente: todo lo que vemos o sentimos como materia física real no es más que energía concentrada y podría convertirse en energía a través de ciertos procedimientos, como ocurre en la transformación del movimiento del agua en energía en una hidroeléctrica o como se evidencia en una explosión atómica. Pero también la energía  cinética se convierte en masa como ya lo enunciamos y como ocurre en los grandes colisionadores de partículas. Veámoslo en palabras de Werner Heisenberg (1959, p 96) uno de los creadores de la física cuántica:

Hace cincuenta años, cuando se formuló la teoría de la relatividad, esta hipótesis de la equivalencia de masa y energía se presentó como una profunda revolución en la física, y sin embargo había muy poca evidencia experimental al respecto todavía. En la actualidad muchos experimentos nos muestran cómo pueden crearse partículas elementales a partir de la energía cinética, y como esas partículas se aniquilan para convertirse en radiación; por consiguiente, la transformación de la energía en masa y viceversa nada tiene de extraordinario. La enorme liberación de energía de una explosión atómica es otra prueba, todavía más espectacular, de la validez de la ecuación de Einstein.


Entonces podemos afirmar que la masa depende o es relativa a la concentración y al aumento de energía.


Camilo ha logrado que su tren circule por los rieles casi sin tocarlos, a una gran velocidad y en movimiento rectilíneo uniforme. No hay nada que perturbe su camino; pero cuando mira de reojo la pantalla del computador de Marxia, nota que la nave espacial donde viaja el avatar de esta, a pesar de que está programada para ir en línea recta, está trazando pequeñas curvas en el espacio cada vez que pasa cerca de un planeta o de una estrella. Entonces, se da cuenta de que él no contempló la ley de la gravedad cuando alimentó su programa, y por eso no nota ni una leve atracción o desviación de su vehículo hacia los objetos que aparecen en su camino.

Marxia había contemplado los efectos de la gravedad, y por eso le parecen naturales las desviaciones de su nave. Sin embargo, para ella tampoco es claro lo que ahora ocurre, porque nota que no son los planetas los que ejercen la fuerza de atracción sobre la nave, como ella lo había pensado, sino que alrededor de los planetas y de las estrellas aparecen unas extrañas ondulaciones.

–Es como si el espacio se estuviera curvando –escribió en su diario de campo.

Lo que no podía saber era que al alimentar su videojuego con el Wolfram alpha –un programa que utiliza todo el conocimiento existente en internet para hacer cálculos y procedimientos–, este programa había incorporado a su videojuego la curvatura del espacio-tiempo, descubierta o mejor utilizada por Einstein para sus cálculos.

Newton había descubierto la fuerza de atracción de los cuerpos y había logrado explicar por qué en el cosmos unos cuerpos giran con regularidad en torno a otros.
Pero este concepto y las fórmulas que había creado, si bien funcionaban para casi todo el universo, no eran precisas para cierto tipo de fenómenos; por ejemplo, la órbita del planeta Mercurio alrededor del sol.

Para resolver este y otros problemas, Einstein parte de la unificación del tiempo y el espacio planteada por el geómetra ruso-romano Hermann Minkowski.

Minkowski había sido uno de los profesores de Einstein en el Instituto Politécnico de Zurich. Su nueva idea fundamental era que había que considerar el espacio y el tiempo en conjunto como una sola entidad: un espacio-tiempo tetra dimensional. En 1908 Minkowski anunció en una famosa conferencia en la universidad de Gotinga: En lo sucesivo el espacio por sí mismo, y el tiempo por sí mismo, están condenados a desvanecerse en meras sombras, y sólo una especie de fusión entre los dos mantendrá una realidad independiente (Penrose, 1996, p. 175).

Esa fusión del tiempo y el espacio le sirvió a Einstein para relativizar e incluso echar por tierra el concepto de gravedad de Newton, plantear su teoría de la relatividad general y con ella transformar la visión del universo.

A partir de esta unificación, Einstein demuestra que el universo es un espacio-tiempo elástico, que se va curvando de acuerdo con las hendiduras que en él hacen los cuerpos celestes. Así, el movimiento de los cuerpos no depende de fuerzas de atracción de otros cuerpos, sino de la curvatura espacio-temporal que se genera alrededor de ellos. Es decir: el movimiento de los cuerpos es “relativo” a la curvatura del espacio-tiempo.

Y esta curvatura ejerce también una acción sobre el tiempo de los cuerpos, así que en un cuerpo que esté más cerca de la curvatura, el tiempo pasa más lento que en otro que esté más lejos de ella. Esto se ha constatado con relojes atómicos que están en tierra y lejos de ella, y que muestran variaciones. Con las nuevas tecnologías es posible evidenciarlo en nuestra vida cotidiana; veamos dos ejemplos:

Experimentos con el efecto Mossbauer han demostrado que el tiempo en la base de un edificio [donde la gravedad es mayor] corre un poco más despacio que el tiempo en la azotea del mismo edificio. “Una mecanógrafa que trabaje en el primer piso del Empire State Building”, señala Gamow, “envejecerá más despacio que su hermana gemela que trabaje en el último piso. La diferencia de edades será por contado, infinitesimal, no obstante, se trata de algo real que puede medirse” (Gardner, 1994, p. 149).

El segundo ejemplo es el sistema de posicionamiento global (GPS), que también es una aplicación de estos principios: si el tiempo en tierra es más lento que en el satélite, porque el reloj o el objeto que está en tierra está más cerca de la curvatura espacio-temporal, el satélite no podría calcular con precisión, por ejemplo, la posición de un carro, pero como el satélite va a mayor velocidad que la rotación de la Tierra, y a mayor velocidad el tiempo se hace también más lento, entonces para la GPS los relojes prácticamente se compensan (López y Sabido, 2009).

La curvatura del espacio-tiempo, debido a la presencia de cuerpos en esa espacio-temporalidad, quedó demostrada por Eddington y otros astrónomos a través de una serie de experimentos, como lo describe Gardner (1994, p. 118):

Dado que el disco solar se oscurece durante un eclipse total, las estrellas que se encuentran muy próximas al borde del disco se hacen invisibles. La luz que nos llega de estas estrellas pasa por una zona muy próxima al Sol, donde el campo gravitacional del mismo es intenso. Cualquier corrimiento en las posiciones aparentes de esas estrellas indicará que el Sol curva la luz procedente de las mismas. Cuanto mayor sea el desplazamiento, tanto mayor será la curvatura.

Y, efectivamente, como Eddington lo declaró después de sus observaciones de un eclipse, existe ese corrimiento, y así Einstein tenía razón.
Pero también se da el mismo efecto gravitacional con la aceleración, pues, en últimas, la gravitación es un movimiento uniformemente acelerado, producido por la curvatura del espacio-tiempo.

El principio de equivalencia, de Einstein, estipula que el movimiento acelerado y la gravitación son indistinguibles. Cuando nos muestran una estación espacial con gravitación artificial, ésta se produce por el movimiento rotatorio de la estación, que lanza a todos sus ocupantes contra las paredes más alejadas del eje de rotación. Así pues, basta con ordenar todo para que esas paredes sean el piso, y ya nadie siente que camina por una pared, como araña, sino que ve un piso como lo tenemos por la gravitación terrestre. El campo gravitatorio tiene el mismo efecto sobre el tiempo que la aceleración: el transcurso del tiempo se vuelve más lento conforme más fuerte es el campo gravitatorio. Sobre uno de nuestros grandes planetas, los relojes marcharían más despacio que en la Tierra (González, 2001, p. 65).

Todo lo cual nos permite concluir que tanto la gravedad o el llamado efecto gravitacional, como la aceleración, son condiciones relativas a la curvatura del espacio-tiempo.


Ahora Camilo desea comprobar la dificultad que la teoría de la relatividad plantea para el concepto de simultaneidad, y logra que se enciendan al mismo tiempo una luz que aparece al lado derecho y otra al lado izquierdo de su pantalla. El tren sigue rodando tranquilamente, y el avatar de Camilo observa a través de una de las ventanillas. Entonces, la luz del lado derecho de la pantalla, hacia el cual se dirige el tren, impacta, antes que la de la izquierda, la ventanilla del avatar de Camilo.

–Eso quiere decir –anota Camilo– que a pesar de que yo veo las dos luces al tiempo, mi avatar ve primero la luz de la derecha que la de la izquierda y, por tanto, para él las luces no son simultáneas.

¿Qué ocurrió? ¿Cómo explicar esta incongruencia en la simultaneidad?
Sabemos que todo en el universo está en movimiento permanente; entonces, si adoptamos un punto de referencia para un suceso, ese punto no nos sirve para determinar otro suceso que esté a una distancia considerable. En palabras de Heisenberg (1959, p. 93):

En la teoría clásica aceptamos que pasado y futuro se hallan separados por un intervalo de tiempo infinitamente corto al que podemos llamar momento presente. En la teoría de la relatividad hemos aprendido que la situación es distinta: futuro y pasado se hallan separados por un intervalo de tiempo finito cuya longitud depende de la distancia a que se encuentra el observador.

Es decir, que el presente se torna relativo; depende de la distancia a la que nos encontremos del suceso. Y continúa Heisenberg:

Cualquier acto sólo puede propagarse con una velocidad menor o igual a la velocidad de la luz. Por consiguiente, un observador no puede en un determinado instante conocer ningún acontecimiento, ni influir en él, a una distancia que tenga lugar entre dos tiempos característicos. Un tiempo corresponde al instante en que debe darse la señal luminosa desde el punto del acontecimiento para que llegue al observador en el instante de la observación. El otro tiempo corresponde al instante en el que una señal luminosa producida por el observador en el instante de la observación, llega al punto del acontecimiento. Todo el intervalo de tiempo finito entre esos dos instantes puede decirse que pertenece al "tiempo presente" para el observador en el instante de la observación. Cualquier acontecimiento que tenga lugar entre los dos tiempos característicos puede llamarse "simultáneo" con el acto de observación.

Describamos esta forma de presente a través de un ejemplo más claro:

Camilo y Marxia juegan con sus linternas en la noche en una finca, y se sitúan a una distancia considerable. Marxia debe encender su linterna cuando vea encenderse la de Camilo. Es claro que el presente de Marxia y Camilo no es solo el instante en que Camilo enciende la linterna, sino el lapso de tiempo en el que viaja la luz hasta Marxia y el rayo de luz de la linterna de Marxia llega hasta Camilo. Así, para Camilo el presente se extiende hacia el futuro –en la acción posterior de Marxia– y el presente de Marxia se extiende hacia el pasado en la acción anterior de Camilo.

El principio de relatividad de la física clásica postula que los acontecimientos o fenómenos dependen del sistema de coordenadas, pero satisfaciendo las leyes de la física. Por ejemplo, el sol sale en un sitio, y en otro se está ocultando en ese momento, pero en los dos sitios sale y se oculta, obedeciendo leyes universales; un minuto es un minuto en cualquier parte del mundo. Pero lo que descubre Einstein es que en diferentes sistemas de coordenadas no se cumplen las leyes clásicas de la física, sino nuevas leyes que dependen de la velocidad de la luz y de la curvatura del espacio-tiempo. Así, en un sistema de coordenadas un minuto es más largo que en otro, dependiendo de esos dos factores, pero el único parámetro que permanece constante y absoluto es la velocidad de la luz.

Lo que ha planteado antes Heisenberg es que el presente en la física clásica era un instante, porque conservaba el carácter absoluto del tiempo en todos los sistemas de coordenadas, pero después de la teoría de la relatividad, el presente se convierte en el intervalo de tiempo entre dos instantes, porque el tiempo no es el mismo para los dos sistemas. Veámoslo con un ejemplo de Gardner (1994, p. 44):

Cuando dos aeroplanos colisionan en el aire, no existe ningún sistema de referencia respecto del cual el choque de los dos aviones sea simultáneo. Pero cuanto mayor es la distancia entre dos sucesos, mayor es la dificultad de determinar su simultaneidad. Es importante entender que no se trata meramente de una imposibilidad de saber lo que ocurre en realidad, porque no hay tal realidad. No existe un tiempo absoluto universal respecto del cual se pueda medir la simultaneidad absoluta. La simultaneidad absoluta de sucesos a distancia es un concepto vacío.

De esta manera, no se puede decir que existe un ahora simultáneo para todos los sitios del universo. Y aún más: podríamos afirmar que no solo existe “ahora” el presente, sino también el pasado y el futuro, como lo muestra González (2001, p. 68):

A partir del descubrimiento de la relatividad no podemos seguir diciendo que sólo el presente es real («el pasado es el presente desaparecido, el futuro aún no existe»). Un observador A, en un marco inercial M, mira a otro observador B en un marco N (lo de «inercial» quedó ejemplificado con el andén y el tren). Ahora consideremos el evento en el futuro de A. Según la relatividad, desde el punto de vista de B puede ser un evento que ya está ocurriendo. Es presente es real. Pero lo que es real para alguien que es real para mí, debe, por transitividad, ser real para mí. Así es como el futuro se vuelve tan real como el presente. Es más, si el futuro entonces, en un sentido, ya está allí, eso significa que para A el futuro está determinado.

Algunos de estos fenómenos ya habían sido explorados por físicos antecesores de Einstein, pero su genialidad consistió en integrarlos todos en sus teorías especial y general de la relatividad. Tal es el caso, por ejemplo, de la relativización del concepto de longitud de un cuerpo en la contracción de Lorentz-Fitzgerald, donde el acortamiento o achatamiento del cuerpo depende de la velocidad y dirección que el cuerpo lleva.

En 1904, Lorentz sugirió una transformación matemática que llenaba tales exigencias. Tuvo que introducir la hipótesis de que los cuerpos móviles se contraen en la dirección del movimiento con un coeficiente dependiente de la velocidad del cuerpo, y que en diferentes sistemas de referencia existen diferentes tiempos "aparentes" que en muchos aspectos remplazan al tiempo "real" (Heisenberg, 1959, p. 91).

Ilustremos este fenómeno con un ejemplo de Gardner (1994, p. 59):

Si la velocidad relativa de dos naves espaciales es aproximadamente 259.635 km/sg, los observadores en cada nave descubrirán que la otra nave se ha encogido a la mitad y que sus relojes van la mitad más despacio. Desde luego, los astronautas encontrarán todo absolutamente normal en el interior de su propia nave. Si los astronautas pudieran alcanzar la velocidad de la luz, los observadores en cada nave pensarían que la otra se habría contraído hasta una longitud cero, adquiriendo una masa infinita y descubrirían que el tiempo en la otra nave se habría detenido completamente.

Todo lo dicho nos lleva a concluir que la simultaneidad y el tiempo presente son relativos o dependen de la distancia de los sucesos, y que la longitud de los cuerpos depende o es relativa a su velocidad.

BIBLIOGRAFÍA
Einstein, A. e Infeld, L. (1986). La evolución de la física. Barcelona: Salvat.

Feynman, R. P. (1998). Seis piezas fáciles. La física explicada por un genio. Barcelona, Grijalbo Mondadori.

Gardner, M. (1994). La explosión de la relatividad. Barcelona: Salvat Editores S.A.

González de Alba, L. (2001).  El burro de Sancho y el gato de Schrodinger. Un paseo al trote por cien años de física cuántica y su inesperada relación con la conciencia. Barcelona: Paidós.

Greene, B. (2011). El universo elegante. Supercuerdas, dimensiones ocultas y la teoría de lo fundamental. Barcelona: Crítica.

Heisenberg, W. (1985). La imagen de la naturaleza en la física actual. Barcelona: Orbis.
Heisenberg, W. (1959). Física y filosofía. Buenos Aires: Editorial La Isla.

Penrose, R. (1996). La mente nueva del emperador, en torno a la cibernética, la mente y las leyes de la física. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

Sagan, C. (1985). Cosmos. Recuperado de:




[1] Particularmente el experimento de Michelson y Morley, como lo afirma Einstein (1958, p 151)
[2] Para comprenderlo se debe tener presente que aumentar la masa no es aumentar tamaño, pues en física la masa se refiere más a la cantidad de materia que un cuerpo posee que al tamaño. Por ejemplo una bola de hierro tiene más masa que una bola de corcho a pesar de que sean del mismo tamaño.

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