3 de agosto de 2019

Oro! encontramos oro!


Por José Vicente Rubio (Pedagogía del Caos).
(Se narra una experiencia en clase de Sociales donde los chicos vivencian fuera del colegio la construcción de pueblos de manera casi real y luego fabrican maquetas en el aula).

En el programa construido por los profesores de sociales para 6o. grado en 1993 en el Colegio La Concordia de Bogotá, aparecía la intención de ir definiendo la geografía, la historia, la política, la economía y la cultura de un pueblo que se debería ir imaginando o vivenciando de alguna manera.

Esta manera debería definirse con el grupo en cada etapa o unidad y así empieza por el espacio en el que se mueven (aula, colegio, barrio) realizando diferentes experiencias de reconocimiento: planos del salón con los ojos vendados, para recorrerlo, verlo desde el dibujo que hizo un compañero, "calles que nacen y mueren en las montañas como ríos" y un gran impacto: Bogotá visto conscientemente desde Monserrate donde ... “podemos coger los edificios con los dedos" y luego, "algo muy extraño: las calles de Bogotá -Caracas, Calle 13- se vuelven carreteras que conectan con el resto del país!".

Sin embargo cada nueva clase tocaba volverá comenzar. Era como si toda su realidad cotidiana tanto escolar como familiar y social (seguramente muy difícil) les hiciera olvidar la emoción de nuestra última clase. Intenté comprender el escaso interés de los jóvenes y tras ensayar múltiples fórmulas, sistemas, propuestas, se me ocurrió:

-La política es uno de los aspectos de las ciencias sociales, la política es organización; dediquemos las clases a la organización.

Pero ¿cómo?

Otra vez ensayos y más fracasos... pero con algunos muchachos aburridos de esa situación decidimos reunirnos a la hora de descanso en el aula múltiple y allí empezó la historia: primero se me desordenó completamente todo lo que había pensado, planeado... escuchar allí a los muchachos, de frente en otro ambiente y jugar, reír y desordenarme con ellos, ¡era tan diferente!

Se volvieron tan interesantes los ratos del descanso que las clases ya no eran importantes y se me perdió el afán. De los descansos comenzaron a surgir muchas ideas luminosas que iban poniendo en práctica en su casa, en la calle o en el Colegio,
Se propuso por ejemplo un mercado en el salón:
-Para vivir la economía, Profe-dijo uno de ellos.

Luego quisieron salir del colegio y simularon una colonización de tierra varios días (varias horas) en un parque; a esta altura otro curso se contagió de los descansos. (Los amigos pasaban la voz, y yo contaba la experiencia en otros cursos).

La siguiente vez me fui con dos cursos al parque y armaron dos pueblos, sembraron, cosecharon, hicieron intercambios. No había reglas; solamente llegar allá y sentir que eran un nuevo pueblo. Todo el mundo hizo algo; los más locos exploraron con antorchas unos tubos del acueducto

-¡Oro, Encontramos oro en esa mina! exclamaban. Era un caos, pero qué caos tan delicioso y constructivo.

Luego, vivir la cultura: Y surgió un grupo musical donde la expresión era más de su energía que de su musicalidad y después,
-¿por qué no socializar la experiencia?
y seguían discutiendo en los descansos:
-Maquetas de nuestro pueblo,  decían unos;
-una película, exclamó otro.
Y se empezaron a hacer las maquetas que se armaban y desarmaban para poder viajar con ellas a casa.
Había un día de exposiciones en el colegio; faltaban dos meses:
-Nos preparamos para responder todas las preguntas que nos hagan... que cuánto mide el pueblo, que cuántos habitantes tiene, que dónde viven, dónde trabajan... Uy! ¿Tanto hay que saber?
-Ni modo, cualquier cosa podrán preguntar... nos toca conocer el pueblo como si viviéramos dentro de él.

Y Llegó el día de la exposición; ¡qué fiesta! (natural que se atravesaron miles de inconvenientes pero al final todos se olvidaron) y allí no acabó la cosa.
 -Ya sabemos organizar un pueblo -dijeron en algún descanso - ¿Por qué no nos atrevemos a organizar el colegio? Y se fue armando una asamblea estudiantil sin horarios, sin cargos, simplemente en los descansos y contagiando a los demás cursos.

20 años después, en la reunión del matrimonio de una de las estudiantes de aquella época, conversábamos con el grupo sobre la experiencia de construcción de pueblos y uno de ellos dijo: “El profe es un hombre capaz de hacerlo vivir a uno un mundo completo en un minuto”.

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