24 de mayo de 2013

Somos cyborgs natos?

Recuperado de el libro: El nuevo humanismo, John Brokman

Los humanos siempre hemos sido expertos en adaptar nuestras mentes y habilidades a la forma de las herramientas y soportes del momento. Pero cuando son esas herramientas y soportes los que empiezan a adaptarse a nosotros, la línea entre la herramienta y el usuario es muy fina.

Dichas tecnologías serán menos una herramienta que una parte del aparato mental de la persona. Continuarán siendo herramientas solo en el débil y en definitiva, paradójico sentido en el que mis propias estructuras neuronales que funcionan en el nivel inconsciente son herramientas. 

No es que yo use realmente el cerebro, sino que el funcionamiento del cerebro forma parte de lo que me hace ser quien soy y como soy. Lo mismo sucede con esta nueva ola de tecnologías perceptivas e interactivas; a medida que nuestros mundos se vuelven más perspicaces y van conociéndonos cada vez mejor, es cada vez más difícil precisar dónde acaba el mundo y donde empieza la persona. Dichas tecnologías una vez que entran en funcionamiento en los diversos aparatos e instituciones de nuestro entorno, hacen mucho más que posibilitar el almacenamiento externo y la transmisión de ideas: constituyen una mejora del nivel de las prestaciones mentales, una convulsión cognitiva que modifica y transforma la arquitectura de la mente humana. (El nuevo humanismo pag 106).

Consideremos un ejemplo representativo: el familiar proceso de escribir un informe académico. Cuando finalmente nos encontramos con el esplendoroso producto terminado felicitamos a nuestro cerebro por su excelente labor. Pero esto resulta confuso simplemente porque la mayoría de las ideas de todos modos no eran nuestras sino porque la estructura la forma y la fluidez del producto final dependen en gran medida de las complejas maneras en que el cerebro coopera con, y depende de, las diversas prestaciones particulares de los medios de comunicación y tecnologías con las que continuamente interactúa.

El cerebro humano mantiene una intrincada danza cognitiva con un medioambiente ecológicamente novedoso e inmensamente afianzador: el mundo y los símbolos, medios de comunicación, formalismos, textos, discurso, instrumentos y cultura.

Más aún que ninguna otra criatura del planeta, nosotros, los humanos,  somos ciborgs natos, salidos de fábrica perfectamente a punto y preparados para poder desarrollarnos como extensas arquitecturas cognitivas y computacionales: arquitecturas cuyas fronteras sistémicas exceden con mucho la piel y el cráneo.


No podemos vernos bien a nosotros mismos hasta que nos veamos como auténticos ciborgs de la naturaleza: híbridos cognitivos que repetidamente ocupan regiones de un espacio diseñado en exclusiva, radicalmente distinta de aquella de nuestros antepasados biológicos. (El nuevo humanismo, pags 107 y ss)

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