Recuperado de el libro: El nuevo
humanismo, John Brokman
Los
humanos siempre hemos sido expertos en adaptar nuestras mentes y habilidades a
la forma de las herramientas y soportes del momento. Pero cuando son esas
herramientas y soportes los que empiezan a adaptarse a nosotros, la línea
entre la herramienta y el usuario es muy fina.
Dichas
tecnologías
serán
menos una herramienta que una parte del aparato mental de la persona. Continuarán
siendo herramientas solo en el débil y en definitiva, paradójico
sentido en el que mis propias estructuras neuronales que funcionan en el nivel
inconsciente son herramientas.
No es que yo use realmente el cerebro, sino que el funcionamiento del cerebro forma parte de lo que me hace ser quien soy y como soy. Lo mismo sucede con esta nueva ola de tecnologías perceptivas e interactivas; a medida que nuestros mundos se vuelven más perspicaces y van conociéndonos cada vez mejor, es cada vez más difícil precisar dónde acaba el mundo y donde empieza la persona. Dichas tecnologías una vez que entran en funcionamiento en los diversos aparatos e instituciones de nuestro entorno, hacen mucho más que posibilitar el almacenamiento externo y la transmisión de ideas: constituyen una mejora del nivel de las prestaciones mentales, una convulsión cognitiva que modifica y transforma la arquitectura de la mente humana. (El nuevo humanismo pag 106).
No es que yo use realmente el cerebro, sino que el funcionamiento del cerebro forma parte de lo que me hace ser quien soy y como soy. Lo mismo sucede con esta nueva ola de tecnologías perceptivas e interactivas; a medida que nuestros mundos se vuelven más perspicaces y van conociéndonos cada vez mejor, es cada vez más difícil precisar dónde acaba el mundo y donde empieza la persona. Dichas tecnologías una vez que entran en funcionamiento en los diversos aparatos e instituciones de nuestro entorno, hacen mucho más que posibilitar el almacenamiento externo y la transmisión de ideas: constituyen una mejora del nivel de las prestaciones mentales, una convulsión cognitiva que modifica y transforma la arquitectura de la mente humana. (El nuevo humanismo pag 106).
Consideremos
un ejemplo representativo: el familiar proceso de escribir un informe académico.
Cuando finalmente nos encontramos con el esplendoroso producto terminado
felicitamos a nuestro cerebro por su excelente labor. Pero esto resulta confuso
simplemente porque la mayoría de las ideas de todos modos no eran
nuestras sino porque la estructura la forma y la fluidez del producto final
dependen en gran medida de las complejas maneras en que el cerebro coopera con,
y depende de, las diversas prestaciones particulares de los medios de
comunicación y tecnologías
con las que continuamente interactúa.
El
cerebro humano mantiene una intrincada danza cognitiva con un medioambiente
ecológicamente
novedoso e inmensamente afianzador: el mundo y los símbolos,
medios de comunicación, formalismos, textos, discurso,
instrumentos y cultura.
Más
aún
que ninguna otra criatura del planeta, nosotros, los humanos, somos ciborgs natos, salidos de fábrica
perfectamente a punto y preparados para poder desarrollarnos como extensas
arquitecturas cognitivas y computacionales: arquitecturas cuyas fronteras sistémicas
exceden con mucho la piel y el cráneo.
No
podemos vernos bien a nosotros mismos hasta que nos veamos como auténticos
ciborgs de la naturaleza: híbridos cognitivos que repetidamente
ocupan regiones de un espacio diseñado en exclusiva, radicalmente distinta
de aquella de nuestros antepasados biológicos.
(El nuevo humanismo, pags 107 y ss)
No hay comentarios:
Publicar un comentario