De la Serie: Pedagogía del Caos
(Se narra cómo
a través de un proceso un tanto caótico se logra conformar una banda musical de
casi 100 integrantes. Esta experiencia
ocurrida entre 1965 y 1970 es un fuerte antecedente de la Pedagogía del Caos).
Cualquier
persona que escuchara ese ruido infernal no podía imaginar que de allí surgiría
el maravilloso sonido de la Banda ganadora del Concurso de Bandas del oriente
Antioqueño; pero ese era el estilo del padre Juan Andrés Díaz, su director.
Un día, el
marinillo Duque, un chico de 12 años que veía tocar a sus compañeros se le
acercó tímidamente y el Sacerdote sin siquiera mirarlo le entregó un bombardino
y le dijo al oído:
-Vaya a aquel
rincón y sople. Cuando le saque sonido vuelve.
El chico se fue
feliz con un instrumento que parecía hecho en oro puro y que sin embargo se lo
habían entregado sin exigirle cuidado ni darle indicaciones. Pero esa confianza
absoluta se convirtió al cabo de unos minutos en un sonido claro por donde
parecía brotar la emoción de su corazón
preadolescente.
-Notas? Y qué son
las notas? Preguntó el pequeño quien había llegado directamente desde su finca
en Marinilla al seminario de los salesianos, casi trasplantado: así como se
removían algunos arbolitos en su finca.
-Pues son esas
figuras que ves aquí en este cuadernillo- replicó uno de sus compañeros.
Pero como él
venía de un quehacer permanente
manejando el machete -con el que tiempo atrás se había cortado la nariz-
o cosechando papas y zanahorias, poco se interesó por el papel y se dedicó un
buen rato a hundir dos pistones para la nota Sol y uno para la nota La, que
eran casi las únicas notas que requería una de las piezas que estaban
preparando.
Al otro día,
cuando vio que todos los músicos se estaban reuniendo fue a sacar su
relumbrante instrumento (que ya parecía suyo) y se puso al lado de los otros
bombardinos dispuesto a tocar las notas que había aprendido.
El Padre Juan
Andrés al verlo no se inmutó ni le llamó la atención para que se retirara.
Simplemente se acercó y nuevamente al oído le dijo:
-Quítele la
boquilla y sople por el tubo y mueva los pistones cuando vea que lo hacen sus
compañeros.
El marinillo se
alegró enormemente de que el cura le hubiera puesto de nuevo atención y pensó
que él hacía parte de aquella hermosa melodía que brotaba de todos los
instrumentos.
Su instrumento
no sonaba, y él no lo notaba, pero ¿a quién le importaba que no sonara cuando
sus emociones y su propia vida, estaban resonando con la banda ganadora del
concurso del oriente Antioqueño que era el mundo completo del cual nunca había
salido?
De esta manera
y el otras mil formas de hacer que tenía el padre Juan Andrés se iba conformando
el sonido robusto y armonioso de la banda musical del Seminario salesiano de la
Ceja Antioquia.
No importaba si
los que llegaban interesados en tocar un instrumento tenían oído o disposición.
Lo único que importaba era que tuvieran ganas. Ni siquiera se exigía la
constancia. Todo iba operando de una manera natural. Si ensayabas y tocabas
bien, la satisfacción de hacerlo, y de ver el resultado realimentaban tu entusiasmo.
En cierto modo nadie te enseñaba. Había unas partituras y algunas indicaciones
de los compañeros. El padre nunca se dejaba oír. Todo lo decía al oído. Solo
aparecía para enviar un mensaje de: “ensayo” que se trasladaba voz a voz y
cuando todos estábamos listos, levantaba la batuta para producir un silencio
impresionante en medio de tanta algarabía. Daba la señal de inicio y se
dedicaba a escuchar instrumento por instrumento haciendo sugerencias a quienes
no iban en la nota o en el ritmo.
Podemos afirmar
que de todo ese proceso caótico en sonidos, organización, talentos, ganas… emergía un nuevo orden expresado en cada tema
de la más pura factura musical.
El Padre Juan
Andrés sabía, por vías flexibles, amables, humorísticas y naturales, conducir del caos al orden, por eso la Pedagogía del Caos le rinde con este escrito
un homenaje.
ANÁLISIS DE “BANDA CAOS” DESDE LAS HERRAMIENTAS DE
LA PEDAGOGÍA DEL CAOS:
AUTOPOIESIS: Las piezas
musicales se van ensamblando a medida que cada uno de los músicos acciona su
instrumento. El sistema se produce a sí mismo generando un repertorio que llega
melodioso a los oídos del público.
DESORDENAMIENTO: Al momento de
sacar los instrumentos, tomar cada músico el rumbo que desee hacia su lugar
favorito y al sonar al tiempo todo tipo de notas y melodías se produce un gran
desorden; pero es allí en esa gran libertad de acción individual dónde se va
cocinando la calidad de la banda, porque cada músico pone en su instrumento
todo lo que es.
FLUJICIDAD: La libertad de
acción y de consulta que tienen los músicos junto con un buen repertorio de
partituras atractivas facilita flujos de información y de energía a todo nivel.
Cada músico tiene a la mano toda la información que requiere para ejecutar su
instrumento y aprender los temas musicales.
REALIMENTACIÓN: la emisión del
sonido se convierte, al ser ejecutado por el músico se convierte en feed back
que le permite ir ajustándose ejecución, pero además, la libertad de escucharse
mutuamente con otros músicos y el momento de los ensayos y las presentaciones
incrementa las posibilidades de enriquecer la interpretación mediante una carga
de energía, de emociones y de técnica
REGULADORES: la presencia
de otras personas que pueden molestarse ante el excesivo ruido, la confluencia
de otros instrumentos, la presencia silenciosa pero adusta del director y en
particular el momento solemne del inicio de los ensayos y las presentaciones
regulan todos los posibles desajustes, excesos y salidas de tono o armonía.
VISIBILIZACIÓN: el director es
un gran observador y sabe visibilizar y hallar las condiciones de cada uno de
los chicos y esto le dice cual es el instrumento e incluso el sistema de
aprendizaje para cada uno.
Si desea conocer otras experiencias de pedagogía del Caos, Visite la Serie: Pedagogía del caos
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