15 de noviembre de 2012

Corra cucho que ahí viene la poli.


De la Serie: Pedagogía del Caos
(Se comenta la experiencia de vida y acompañamiento de niños habitantes de las calles Bogotanas, de la cual surgen una Pedagogía de la calle y herramientas de la Pedagogía del Caos).

-Abra bien la boca del talego y espérenos aquí en la puerta de la Plaza.
Esa fue la instrucción que me dio un chico de unos nueve años que parecía ser el jefe de la gallada.  Era mi primera salida con un grupo de niños habitantes de la calle que iban a pasar la noche al Camarín del Carmen, una de las casas del programa Bosconia La Florida donde yo prestaba mis servicios como educador de calle.

Estaba preguntándome qué hacía yo allí, parado a la salida de una plaza de mercado con una gran bolsa abierta como si estuviera pidiendo algo del alimento que llevaba la gente para sus casas cuando pasó corriendo uno de los chicos y metió en el costal un buen pedazo de carne. Después siguieron otros y otros que venían también a toda carrera y metían allí papas, panela, naranjas… el último que pasó metió un pedazo de la pierna de una vaca y me gritó:

-Corra cucho que ahí viene la Poli…

En los años 70 y 80 por el centro de Bogotá circulaban grupos de niños que literalmente habitaban en las calles, parques, alcantarillas o bajo los puentes de la Ciudad. Esta era una situación a todas luces anómala: niños abandonados o escapados de la dura situación de su hogar deambulando a su amaño con la más absoluta libertad.
Cinco años trabajando, compartiendo y viviendo con chicos de la calle (había pocas niñas en aquella época) y en un ambiente de reflexión acción, me permitieron ir detectando algunas constantes que daban pie al establecimiento de algunas categorías pedagógicas emparentadas con la creatividad.

Los chicos en las noches dormían en camadas alimentando el calor con sus cuerpos entrelazados para superar el cortante frío de las noches Bogotanas: eran hermanos, eran ñeros, todo lo compartían. En el día salían en pequeños grupos a lo que llamaban el “rebusque”. Un niño solo no era casi nada pero en grupo eran todopoderosos, pues tenían el dominio de los saberes, de la información completa de la calle y en eso no había nadie que los superara.

Es de anotar que el territorio urbano aquí jugaba un papel fundamental. De hecho, el fundador y Director del Programa, Padre Javier De Nicoló, siempre busco territorios amplios para la continuidad de estos chicos en su proceso de formación (Una ciudadela en el parque de la Florida e incluso un pueblo para ellos en las selvas del Tuparro en El Vichada).

Sin embargo, en el documento: “Una pedagogía de la calle y en la calle” Lo que proponíamos era una recuperación de esos niños y jóvenes en su propio territorio a través de la apropiación de su ciudad bajo los parámetros de ese documento.

ANÁLISIS DE "CORRA CUCHO QUE AHÍ VIENE LA POLI"  DESDE LAS HERRAMIENTAS DE LA PEDAGOGÍA DEL CAOS:

ACOPLAMIENTO: estos chicos se funden con las calles, se disuelven debajo de los puentes o en las alcantarillas; se acoplan para dormir calentándose cuerpo a cuerpo o con sus mascotas en las frías noches bogotanas. Hay en su vestir,  su dormir,  su disfrutar, su pasear, un ensamblaje total con su ciudad.  Se podría afirmar que si hay maestros del Acoplamiento son los muchachos de la calle.

AUTOCONSISTENCIA: Un niño de la calle sabe que en la Ciudad lo tiene todo, pero tiene que saber usarlo,  aprovecharlo, disfrutarlo. Él sabe que no está abandonado. Está en una condición muy diferente a la de un  niño que dejan en una casa entre cuatro paredes.  Aquí él tiene todo un territorio con todo lo que en el existe. En el cuerpo y el espíritu de uno de estos niños se guarda completo el secreto de la autoconsistencia. Por eso en esa época era tan difícil invitarles a participar de un programa de atención social o garantizar su permanencia.

AUTOORGANIZACIÓN: filmar sus patrones de organización y sus logros era una maravilla. Andaban en "galladas", dormían en camadas con compañeros (Ñeros) y con sus mascotas. Se movían por la ciudad como pequeñas hordas juguetonas que obtenían lo que querían, a veces de manera amable con gestos que conmovían a cualquier transeúnte (pues al fin y al cabo eran sólo niños) o aplicando la fuerza de su colectivo. Tenían lenguajes verbales y de señas que los tornaban invisibles o temibles de acuerdo con las circunstancias.

AUTOPOIESIS: Un niño de la calle es una buena representación de un organismo autopoiético. Cada niño se autoproduce con todo lo que la ciudad le ofrece y con la ayuda de sus "ñeros". Y en ese proceso vive y aprende por autoreferencia, pues todo el tiempo debe estarse moviendo para sobrevivir en circunstancias extremas pero que para él poco a poco se van constituyendo en la normalidad. Pero el día en que cae en la normalidad  se en la rutina y deja de ser niño.

BORROSIDAD: un niño de la calle ve todas las cosas, seres vivos y humanos de un modo muy diferente a como otros lo vemos. Él no puede separar unas cosas de otras ni un ser de otro porque el diariamente circula, fluye a través de una totalidad. Basta verlo en carrera ayudado por su mascota o por otros miembros de su gallada mientras rapa, selecciona, come, salta... Él mira con su cuerpo,  escucha con su piel, palpa en el aire las cosas,  olfatea con  las plantas de los pies... en él se diluyen todas las interfaces que tenemos para hacernos a la realidad y genera nuevas conexiones con todo lo que es.

CAMPO RELACIONAL: la "camada"  de los niños de la calle es como un vientre materno con todo lo que se requiere para sobrevivir. Allí hay abrigo,  alimento, mascotas, elementos de diversión, y cada cosa del espacio tiene su función. Ellos no ven como nosotros las cosas como objetos a su servicio sino como parte de sí mismos. Y cuando salen a recorrer la ciudad, en ocasiones se llevan su "casa" a cuestas. Es como si tornaran itinerante o móvil su campo de relaciones.

DESORDENAMIENTO: cuando un niño sale de su casa y se pasa a vivir en la  ciudad, todo su mundo se desordena. Ya no hay familia sino "gallada"; no hay escuela formal, empieza la escuela de la vida; no hay 2 o tres horas de comida sino simplemente alimento a la hora que se consiga. No hay cama ni mandados ni cuidados del hermano menor o gritos y golpes de los mayores. Ahora existe una inmensa aventura excitante o peligrosa pero completamente nueva.

DINAMIZACIÓN: los educadores del programa Bosconia-La Florida cuando salíamos con niños de la calle que aún no habían decidido ingresar al programa éramos completamente inermes frente a su libertad y su iniciativa.  Lo único que nos funcionaba era proponer algo que fuera novedoso e interesante para ellos y eso requería altísimas dosis de creatividad. Más que dinamizar,  nuestro papel era de aprendiendo.

FLUJICIDAD: entre 1970 y 1980 había en Bogotá grupos de muchachos de la calle - mal llamados gamines- por toda la ciudad. Esto les permitía enterarse de todo lo que ocurría porque la información circulaba voz a voz a través de todas las "galladas". Aunque disponían de una gran libertad, la mayor información era relativa a batidas de la policía,  centros de prevención o reclusión y programas de ayuda.

GENERADORES: para un niño que vive en la calle todo se vuelve generador de oportunidades y permanece atento a cada situación y a cada circunstancia. Él vive en un universo de necesidades inmediatas y para no desaprovechar las oportunidades de satisfacerlas debe estar atento a todo lo que aparece u ocurre.

INCERTIDUMBRE: tanto los chicos que viven en la calle,  y más aún quienes pretendan interactuar con ellos viven un eterno presente de incertidumbre.  Lo importante allí es saber derivar en estado de alerta y en esto ellos son los expertos, pues saben descubrir en cada situación una oportunidad. El adulto que se compromete y compenetración con ellos, más que enseñar a pescar oportunidades en esa incertidumbre, debe estar flexible y permeable para aprender de ellos que son maestros en ese oficio.

INTERCAMBIO MEI: los chicos de la calle mantienen un permanente intercambio de elementos materiales sean estos alimentos, elementos de diversión o cosa  raras o curiosas que encuentran en la basura o abandonadas.  Como niños que son,  aún conservan su capacidad de asombro e intercambian emociones y energías no sólo con los demás niños sino también con sus mascotas. Pero además la información es esencial porque al compartirla aumentan su condición de supervivencia.

RELATIVIDAD: la mirada de un niño de la calle sobre todo lo que le rodea es muy diferente de la del resto de la gente. Sus dibujos dan cuenta de ello. Un pequeño alimento es más grande que el negocio que lo contiene. Un reloj es más deslumbrante que el rayo del sol o que quien lo porta. Él no sale a la ciudad, vive en ella, así que la calle es como su casa.


VISIBILIZACIÓN: Un niño de la calle sabe más de su territorio que un avezado investigador, porque él lo vive, lo siente, lo come, lo disfruta, lo sufre. No sólo lo conoce especialmente sino que reconoce la temporalidad en el cambio de las circunstancias, pues una cosa es el territorio a las 7 de la mañana y otra a las 3 de la tarde o en la noche. Ese niño, así como cualquiera de nosotros que viva, sienta y recorra su pequeño territorio es experto mundial en esa pequeña porción porción del planeta. 

(Si desea conocer otras experiencias de Pedagogía del Caos, vea la serie Pedagogía del Caos)

Para conocer la realidad de los niños de la calle en 1970 y 80 Ver Video Gamín  De Ciro Durán

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